Modelo: Salammbò Mellyn
Hace unas cuantas décadas existía un lugar en el que la felicidad reinaba sobre todos sus habitantes. Un lugar en el que las personas convivían y compartían, amaban y reían.
Un día el pueblo se preparaba para una gran celebración: La boda de la princesa Andreetti, heredera del castillo y futura reina de las tierras de aquel maravilloso lugar, tierras cubiertas por alfombras de hierba verde y reflejos de oro que bañaban todo el pueblo con hermosos rayos de sol.
Las gentes salían a las calles con flores para esperar a la futura reina en el día de su boda.
Ese gran día la señorita Andreetti se preparaba y adornaba su pelo con una hermosa corona de flores.
“Quiero ver a mi prometido, tengo que contarle un secreto muy importante” insistía la heredera, a lo que una dama le contestó: “Da mala suerte ver al novio antes de la boda”.
La princesa no vio al novio ese día ni tampoco los días siguientes. Unas horas antes de su boda un ejercito equipado con armas poderosas atacó por sorpresa el pueblo y a todos sus habitantes. Desde lo lejos se podía ver como todo tipo de fuegos y bombas llenaban de color rojo el pueblo, como fuegos artificiales.
Durante años las calles se tiñeron de sangre, los campos ya no eran verdes, los rayos del sol resaltaban reflejos rojizos impregnados en los muros.
Solo una persona sobrevivió: la heredera Andreetti. Vivió para convertirse en reina de las ruinas, de su castillo carcomido por la pólvora.
La reina lloró durante 65 días y 65 noches bañando con sus lágrimas todos los rincones teñidos de rojo.
La tristeza era su única acompañante hasta que ya no le quedaban más lágrimas. Desde aquel momento la rabia se hizo dueña de su cuerpo.
Aún es hoy el día en el que le parece oír a través de los muros y las puertas cerradas bajo llaves perdidas las voces de aquellas personas que nunca volvieron.
Atrapada entre las ruinas de aquel mundo perdido la reina espera que su amado vuelva. Todos los días visita la tumba vacía de su prometido, la tumba de un cuerpo jamás encontrado, ese es el único momento en el que la rabia desaparece y la tristeza se convierte en su dulce compañía. Y cada uno de esos días se acerca despacio a la tumba para susurrarle muy bajito aquel secreto que nunca le dijo.
Un día el pueblo se preparaba para una gran celebración: La boda de la princesa Andreetti, heredera del castillo y futura reina de las tierras de aquel maravilloso lugar, tierras cubiertas por alfombras de hierba verde y reflejos de oro que bañaban todo el pueblo con hermosos rayos de sol.
Las gentes salían a las calles con flores para esperar a la futura reina en el día de su boda.
Ese gran día la señorita Andreetti se preparaba y adornaba su pelo con una hermosa corona de flores.
“Quiero ver a mi prometido, tengo que contarle un secreto muy importante” insistía la heredera, a lo que una dama le contestó: “Da mala suerte ver al novio antes de la boda”.
La princesa no vio al novio ese día ni tampoco los días siguientes. Unas horas antes de su boda un ejercito equipado con armas poderosas atacó por sorpresa el pueblo y a todos sus habitantes. Desde lo lejos se podía ver como todo tipo de fuegos y bombas llenaban de color rojo el pueblo, como fuegos artificiales.
Durante años las calles se tiñeron de sangre, los campos ya no eran verdes, los rayos del sol resaltaban reflejos rojizos impregnados en los muros.
Solo una persona sobrevivió: la heredera Andreetti. Vivió para convertirse en reina de las ruinas, de su castillo carcomido por la pólvora.
La reina lloró durante 65 días y 65 noches bañando con sus lágrimas todos los rincones teñidos de rojo.
La tristeza era su única acompañante hasta que ya no le quedaban más lágrimas. Desde aquel momento la rabia se hizo dueña de su cuerpo.
Aún es hoy el día en el que le parece oír a través de los muros y las puertas cerradas bajo llaves perdidas las voces de aquellas personas que nunca volvieron.
Atrapada entre las ruinas de aquel mundo perdido la reina espera que su amado vuelva. Todos los días visita la tumba vacía de su prometido, la tumba de un cuerpo jamás encontrado, ese es el único momento en el que la rabia desaparece y la tristeza se convierte en su dulce compañía. Y cada uno de esos días se acerca despacio a la tumba para susurrarle muy bajito aquel secreto que nunca le dijo.
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